Madrugada (Cuento)
Es la madrugada, pronto me levanto, me arreglo, tomo un rico
café, cojo mi cámara y en puntillas, sin hacer ruido voy a la ventana de la
sala, me siento en el sillón, con la mirada perdida en el infinito, mi mente
está en blanco, solo siento en mi cuerpo, en mi piel sensaciones.
El olor de la mañana, me resulta cautivante, el alba con sus
primeras luces, envueltas en la oscuridad, el olor del café en la sala oscura.
De repente veo en la esquina un auto que se acerca con las
luces encendidas, se para fuera de mi casa y pita.
Son ellos, han venido a recogerme ¡Ya era hora!
Me asomo a la ventana, le digo que no pite más, que no haga
bulla, agarro mi mochila y en puntillas camino a la puerta, lanzo un pequeño
grito y digo Chao papis, me voy, ya me vinieron a ver.
Salgo, es la madrugada, hace un poco de frio, bajo corriendo
las pocas gradas, cruzo el patio, abro la puerta y me subo al auto.
El interior esta cálido, me hacen espacio en el asiento de
atrás y nos vamos contentos, tomando café de un termo.
Vamos cantando una tonada que dice “Estoy tan enamorado de
la negra Tomasa, que cuando se va de casa, triste me pongo, Ay Ay Ay esa negra
linda, me tiene loco…”
Me recuerda esa canción a días de mi infancia y con más
gusto la cantó, cerrando los ojos como loca y sintiéndola en todo el cuerpo.
Miro por la ventana, el cielo ya está clareando, las nubes
se dibujan de blanco y amarillo, en ese cielo azul, respiro profundo, huelo la
mañana, ese olor característico a fresco, a vida despertándose y a algo más que
no se decir.
Mis compañeros duermen, solo yo y Fabián conduciendo,
estamos despiertos, miro a mis compañeros, se ven tan dulces en sus sueños, son
unos niños durmiendo.
El paisaje es tan bonito, quiero sacar una foto, pero
prefiero esas imágenes se graben en mi corazón.
Fabián, lanza un grito diciendo Ya llegamos!
Es una hacienda linda, en el campo, cerca de grandes
terrenos, animales, árboles y bellas flores.
Me arrimo con mi cámara a un tapial[1],
al borde del camino de piedra, están pasando unos caballos, con sus jinetes, es
un cuadro bello, rodeado de árboles.
Me apresuro a sacar mi cámara, me pongo de pie, doy unos
pasos y aprieto el obturador, tomando varias fotografías.
Mi compañera Andrea, viene corriendo, también saca fotos de
aquel momento.
La luz filtrándose desde los árboles rebota en el piso, y le da un toque especial a
las fotografía.
Andrea, me abraza, vamos caminando adentro de la hacienda, me
va mostrando sus fotografías en su cámara.
Nuestros demás compañeros, también caminan, maravillándose
con los atractivos de la hacienda y los detalles, que nadie más ve.
Porque la belleza, está en los ojos de quien mira.
Se
rompió la cadena que ataba el reloj a las horas,
se paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas,
agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor,
me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor.
volar...volar [2]
Simone Farina
se paró el aguacero ahora somos flotando dos gotas,
agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor,
me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor.
volar...volar [2]
Simone Farina

